LUGAR-ES

lugar-es: de-tener-se (2010-2015)

 

No busco lugares para disparar, es el lugar el que me permite saber de él, saborearlo. Cuando sucede el encuentro, cruzo su umbral y me detengo, hago una pausa contemplativa en mi caminar. Descargo la mochila y saco la cámara. Casi nunca llevo trípode. El contacto físico entre la mano y la cámara es importante. Poco a poco todo cambia, el lugar se transforma en un campo lleno de probabilidades que se modifican con mi propio transitar, todo fluye. La actualidad se desvanece; y una atemporalidad geológica indeterminada, sin antes ni después, toma presencia. La mente salvaje y ancestral despierta, se expande. Es entonces cuando, al mirar por el visor y casi sin saber cómo, el ojo se torna ciego. El ojo que ve no se distingue de lo visto. Aprieto el disparador… algo o alguien dispara a través de mi… Un estado de desprendimiento y no intencionalidad surge espontáneamente. Todo se vuelve muy claro y ridículamente simple. La vista distrae. Es el sitio que se revela.

Necesito la imagen para preservar la vivencia del instante, extrayendo parte de la espiritualidad de ese lugar: que se convierta en icono, en talismán. La imagen deviene símbolo, me permite vivir la magia del retorno y hacer consciente el encuentro con lo inexpresable. Contiene en sí misma la esencia de ese fuerte eco que resuena en el espíritu de la naturaleza. El poder de la cámara es el de con-mover, de ver aquello que brilla o se ilumina en el espejo. Un oficio casi olvidado. Ser solamente el cristal a través del cual penetra intacta la vida. Momento extraordinario de poesía y gracia.

Es la simplicidad del caminar, de preocuparme tan solo de estar en camino, de ascender hasta llegar al límite. Admiro la claridad de las montañas. Están ahí, se contentan con ser. No juzgan a nadie, imponen su ley indiferentes a nuestra presencia, a nuestra existencia. Su tiempo roza la eternidad, el nuestro es tan solo un breve aliento. El esfuerzo de subir montañas, su aire liviano y tenue, su luz intensa y cegadora, el canto del arroyo transparente, el rugir y atronar de la tormenta, el adentrarse en lo desconocido, la sensación de soledad, la lucidez y el olvido…. hacen posible el encuentro con el lugar. La montaña, el hombre, el artista, la obra, todo es uno.

 

primavera de 2016